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Medio siglo del disco con el que Pink Floyd iluminó la cara oscura de la vida

Mucho antes de que la salud mental hallara por fin hueco en las agendas mediáticas y de gobierno del planeta, Pink Floyd convirtió esta materia en el sustrato de su disco más ambicioso, The Dark Side Of The Moon, que cumple medio siglo como un faro no solo para la música, sino también para la vida.

Según la fuente consultada, la fecha de su publicación diverge entre el 1, el 23 o el 24 de marzo de 1973. Warner Music, poseedora de su catálogo, viene a solventar el dilema con la edición este viernes de una caja “deluxe” que, entre otros atractivos, recoge el directo que la banda ofreció en Londres en 1974 en el Wembley Empire Pool, un material que por primera vez estará disponible en vinilo.

Su dimensión en la historia de la música viene avalada ya por parámetros tan evidentes como los comerciales: se trata de uno de los discos más vendidos del mundo, con 50 millones de copias despachadas (si bien no está claro tampoco, en función de la referencia, si se trata del segundo, el tercero o el cuarto de mayor éxito, siempre por detrás de Thriller de Michael Jackson).

Entonces formado por Roger Waters (bajo, voz), David Gilmour (voz, guitarras), Nick Mason (batería, percusión) y Richard Wright (órgano, piano, sintetizadores), Pink Floyd llenó sobremanera sus arcas gracias a aquel álbum, que además les proporcionó su mayor salto de fama internacional tras siete discos previos.

El cambio de rumbo de Pink Floyd

La banda británica había sufrido en 1968 la salida forzosa de su hasta entonces líder, Syd Barrett, aquejado por un deterioro mental que el uso frecuente de alucinógenos hizo más severo y que aún hoy sigue sin diagnóstico firme (se habló de esquizofrenia o trastorno bipolar, entre otras posibles causas).

Aquello marcó la deriva de Pink Floyd, que contrató a Gilmour como miembro de pleno derecho para sustituirle a la guitarra (con desarrollos instrumentales cada vez más concisos) y que vio cómo Roger Waters asumía progresivamente la batuta del grupo, especialmente en el aspecto compositivo.

Suya fue la idea de dedicar su octavo álbum a los estragos que la vida moderna suponían para el hombre, muy influidos por la experiencia personal de Barrett. La avaricia, el conflicto, la sombra de la muerte y la enfermedad mental aparecen en este trabajo, también en algunos de sus anteriores trabajos, pero nunca de una manera tan clara en sus letras.

Su título mismo recoge ya estos aspectos, pues no alude a la luna como satélite, sino al carácter lunático de las personas. Cabe señalar que encontraron otra banda que en paralelo había hecho uso de él, por lo que durante un tiempo se barajó como nombre del álbum el del corte que lo cierra, Eclipse, pero la pobre recepción de su posible competidor les hizo volver a la idea original.

Otra particularidad de aquel trabajo fue que las canciones se presentaron en vivo antes de ser grabadas, por lo que fueron creciendo en directo hasta ser inmortalizadas en los estudios de Abbey Road, en Londres.

Fue una gira en la que se tocaban en el mismo orden que en el álbum. The Dome, en Brighton (Reino Unido), fue el primer espacio que escuchó aquellas canciones un 20 de enero de 1972. Entre mayo y junio de ese año entraron por primera vez a grabar, reemprendieron los directos y no fue hasta enero de 1973 que culminaron el trabajo.

Fueron unos 60 días reales de trabajo en el estudio, donde contaron como productor con quien había sido ingeniero en los discos de los Beatles Abbey Road y Let It Be y que terminaría convirtiéndose él mismo en una estrella de la música cuando tres años después emprendiera su propio proyecto: Alan Parsons.

Al exquisito resultado sin duda contribuyeron las posibilidades técnicas del lugar, donde contaron con una mesa de mezclas de 16 pistas que les permitió tratar con mimo no solo cada uno de los instrumentos, sino también los numerosos recursos extramusicales que añadieron, desde el latido del corazón con el que acaba y empieza el álbum hasta las emblemáticas monedas de “Money”.

Aquella denuncia de la ambición fue el corte de mayor éxito del disco y de la carrera entera de Pink Floyd, amén de uno de los dos sencillos de anticipo junto con Us And Them, extraídos de un total de 10 temas entrelazados hasta sumar apenas 42 minutos que convierten su escucha en una experiencia muy disfrutable en contraste con la densidad que a menudo se achaca al rock progresivo.

Quedaba solo por modelar el último de los elementos que han hecho de Dark Side Of The Moon algo icónico en la cultura popular: su portada. Diseñada por Storm Thorgerson, del colectivo Hipgnosis, y dibujada por George Hardie, la premisa era buscar claridad y concisión al reflejar la luz de los espectáculos de Pink Floyd y su amplio espectro temático.

Así se llegó a la idea de la portada en negro y el haz que, al filtrarse por un prisma que ocupa la posición central, sale refractado en forma de arcoíris.

Como curiosidad, puede decirse que la única sombra sobre un disco que aportó tanta modernidad y que aspiraba a promover la empatía la arrojaron las críticas homófobas de quienes no entendieron el rediseño de aquellos elementos por sus 50 años y que, al ver un logotipo conmemorativo multicolor, ladraron por lo que entendieron como una defensa del colectivo gay.

Fuente: Republica.com

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