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Personas de 48 nacionalidades conviven en un pueblo de Galicia de 10.000 habitantes

La localidad gallega de Burela es conocida principalmente por su gran actividad pesquera. Sin embargo, esta villa de apenas ocho kilómetros cuadrados es mucho más que un puerto. Con 9.786 habitantes, podría considerarse un crisol de culturas. En este rincón de A Mariña lucense conviven un total de 48 nacionalidades distintas, según el último informe de población extranjera publicado por el Ayuntamiento el 23 de octubre de 2024 y recogido por Europa Press.

Su historia migratoria se remonta a los años setenta, impulsada por la construcción de la planta de Alúmina-Aluminio, conocida en la actualidad como Alcoa. Muchas familias llegaron a la villa para trabajar como obreros y terminaron sumándose a la vida pesquera. Ahora, han formado una importante comunidad. Cabo Verde es la nacionalidad predominante en el municipio, constituyendo el 10% de la población total. Pero no es la única. Entre sus vecinos, hay una representación significativa de Senegal, Ghana, Perú, Colombia, Marruecos e Indonesia.

Así es la vida en Burela

Es probable que las tres primeras, así como Cabo Verde, se mantengan a la cabeza porque cada vez son más familias las que se instalan en el municipio. Sin embargo, la población de Indonesia es distinta: hay 286 hombres y 8 mujeres asentadas. Esta diversidad también se puede ver en su instituto, donde cursan un total de 550 alumnos. El IES Monte Castelo cuenta con estudiantes de orígenes variados, como los mencionados. También hay niños de Brasil, Portugal, Cuba, Rusia y Francia.

Las calles de Burela están llenas de bares y locales como cualquier otra villa gallega. Sin embargo, el municipio también tiene una mezquita, una carnicería ‘Halal’ (cuya carne ha sido producida y procesada de acuerdo con las leyes islámicas) y tiendas con productos típicos de Cabo Verde. Además, el crecimiento demográfico es positivo, a diferencia de otras zonas de la comunidad autónoma: la edad media de esta localidad lucense se sitúa en los 45 años.

El mar, un imán para la migración

Paulo es uno de los primeros hombres que aterrizó en Burela en la década de los 70. Vivía en la isla caboverdiana de Santiago, pero decidió hacer las maletas y viajar a Europa para trabajar. Primero pasó por una fábrica de Lisboa, luego estuvo en Zaragoza, Teruel, Barcelona y Bilbao. Finalmente, se asentó en la costa gallega. Allí, trabajó durante dos años en la construcción de la actual Alcoa. En esa época, su mujer, Antonia Semedo, también se mudó a este municipio lucense.

Una vez asentados, Paulo aprovechó su experiencia como pescador para subirse en un barco en el puerto de Burela. Así, se convirtió en el primer caboverdiano en embarcarse. No fue el único. Su compatriota Martinho Martins, que también llegó a Burela para trabajar en la construcción de la fábrica, pasó “como tantos otros” al mar para ser cocinero de barco hasta su jubilación, tal y como explica a Europa Press.

Fuente: 20minutos

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